Natalia Zubizarreta lleva el diseño de interiores en la sangre, literalmente. Su primera influencia fue su abuela, una creativa publicitaria argentina con gran personalidad. Vivió con ella durante su infancia, y recuerda cómo llevaba habitualmente a la práctica su afición por la decoración, organizando el mobiliario de la casa o modificando el color de las paredes. También recuerda la primera reforma de aquella vivienda, cuando tenía catorce años, y el cosquilleo que sintió al implicarse y participar en la experiencia. Notó que algo se movía en su interior y, a los dieciocho años, mientras trabajaba durante los fines de semana en una tienda de decoración, descubrió definitivamente que aquello era a lo que quería dedicarse.
Inició su formación en Bellas Artes, en gran medida para complacer a su entorno, pero no tardó en simultanear estos estudios con los de Interiorismo, que era lo que de verdad deseaba hacer. Finalizada esta etapa se incorporó a un estudio, en el que trabajó durante diez años hasta que, en 2015, decidió independizarse para recorrer su propio camino. Actualmente, apoyada por un gran equipo, ofrece servicios de arquitectura, arquitectura técnica, interiorismo, estilismo, decoración y dirección de obra en todo el territorio español, realizando rehabilitaciones e intervenciones en nuevas construcciones.
Una de las claves que la llevó a abrir su propio estudio fue la necesidad de alejarse de cierta dinámica presente en su profesión: anteponer el ego creativo a las necesidades de los clientes. De esta reflexión surgió su concepto de interiorismo ético, que prima el interés por escuchar realmente a las personas, buscando comprender en profundidad sus ideas para plasmarlas de la mejor manera posible. Una ética que también se extiende al ámbito económico, preocupándose por cumplir a rajatabla con los presupuestos previstos e, incluso, concienciando a clientes decididos a gastar más de lo estrictamente necesario.
Igualmente, esta filosofía la lleva a preocuparse por la vigencia a largo plazo de los proyectos, cuidando el aspecto estético, pero sin perder de vista los factores prácticos que hacen posible su pervivencia en el tiempo. Natalia define su estilo como ni moderno ni clásico, porque siempre se adapta a cada caso, y su concepción del hogar como un templo la lleva a crear ambientes luminosos, armónicos, acogedores y serenos. Actúa siempre con cautela, proponiendo viviendas con una base neutra y poco agresiva, para permitirse algunas licencias en el mobiliario o el estilismo. En definitiva, para ella todo se concentra en un ideal: que, pasados diez años, su trabajo siga pareciendo recién entregado.