El apartamento presentaba problemas estructurales y una compartimentación excesiva, con muchos corredores y espacios muertos. Estos aspectos, sumados al hecho de que prácticamente todas las ventanas daban al pasillo, lo hacían angosto y lúgubre. La diseñadora Inma Valero planteó una intervención integral, orientada a renovar la vivienda para adaptarla a los gustos y necesidades de sus usuarios.
Así, se reforzaron las vigas y se demolieron tabiques, hasta quedarse solo con una estructura básica. Los espacios se redistribuyeron con lógica, agrupando en alas opuestas las zonas públicas —cocina, comedor, salón y sala de televisión— y privadas —tres dormitorios y dos baños—. Además, se incorporaron dos aseos para la zona de día, y se transformó un salón con entrada propia en un apartamento aislado e independiente. Las estancias que dan al pasillo central se separaron de este mediante puertas y tabiques acristalados de gran altura, que ayudan a crear ambientes más luminosos y agradables.